Volver a Perugia, tres años después. Volver a sus grandes murallas de piedra, a sus arcos y recovecos, a las ventanitas ínfimas que se asoman sobre sus callejones perdidos, a sus colinas verdes, a su eterna juventud. Volver a Perugia es como recordar un sueño que duerme desde hace siglos, un sueño que visita las noches de miles de soñadores y les deja, como un beso, su sabor inolvidable.
Volver es sentir el vibrar de la Università per Stranieri di Perugia en cada rincón, el latido de los cientos de estudiantes postergando las tardes en las escalinatas del Duomo, en una suerte de babel horizontal que no conoce niveles de separación entre un idioma y otro. Es recordar las caminatas sin rumbo cuesta arriba y cuesta abajo, tras las huellas que historia no quiso borrar y que de alguna manera extraordinaria, se entrelazan en perfecta armonía con una ciudad que crece.
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